Hablar de la Escuela Secundaria de hoy, supone sumergirse en una serie de cambios y transformaciones que dejaron marcas en la marcha del proceso educativo de los últimos años.
He aquí, entonces, la función de nuestra escuela, del CIC: atender a esos cambios y encauzarlos en la dinámica de las necesidades sociales de estos tiempos, dando respuesta a las experiencias vitales de nuestros jóvenes.
Acompañar la formación de un joven de hoy, es nuestro desafío constante, ya que los cambios son tan vertiginosos, que nos invitan a una adaptación constante, mirando siempre, hacia los tiempos que vendrán. Por eso, nuestra escuela está integrada por profesionales docentes que acompañan en este proceso, al estudiante de hoy, que demanda atención, pero también una actitud contenedora y misericordiosa, y una mirada atenta para sostenerlo frente a los riesgos. Porque nuestra escuela es eso, formación y contención, inclusión y retención; proponiendo a todos, una educación basada en el principio de equidad y en el esfuerzo personal, invitando a nuestros estudiantes, a superarse continuamente, desde sus propias posibilidades y con nuestro acompañamiento. Entendemos que, la escuela es el escenario donde se ponen en evidencia las herramientas que cada uno aporta para poner en marcha el engranaje del aprender, del enseñar y el de la convivencia. Es ésta, nuestra manera de interpretar la realidad, la que tiene varios protagonistas: nuestros jóvenes, insertos en un mundo, cada vez más cambiante y competitivo; sus padres, primeros educadores en las relaciones vinculares, en la demostración de afecto, como cuidadores físicos y espirituales de cada uno y los docentes, como mediadores y posibilitadores del aprendizaje, a través de la misión de educar y acompañar. Nuestra escuela es espacio de “socialización” y de “aprehensión” de contenidos, en relación con el aprender, con el aprender a hacer, a vivir juntos, en la búsqueda y el discernimiento ético de la verdad, la justicia, con libertad para expresarse, con juicio crítico, en la apertura a una sabiduría creyente de la vida y de la historia, descubriendo el sentido más profundo del Dios Resucitado, del Dios de la Vida, que incluirán en sus proyectos de vida. Nuestra propuesta se anima en el “enseñar a proyectar”…los espacios, escenarios y territorios que habitarán en el futuro, a la vez que, animamos a transformar la realidad desde el ejercicio de una ciudadanía plena y comprometida para y por el otro que nos necesita. No se concreta sólo con la incorporación de nuevos estudiantes, sino a través de la creación de un ambiente fraterno, de un lugar que brinda una escucha atenta a los que no la encuentran en otros espacios. Que arbitra los medios para que la inclusión esté enmarcada por la contención, por la formación y por ser parte de una comunidad educativa que los respeta, desde su condición de persona, con lo perfectible para mejorar, con lo bueno para potenciar y contagiar. Nuestro compromiso se asocia a la formación personal, espiritual e intelectual, a través de la toma de conciencia de que ellos son los promotores de sus propios logros, y que los adultos, somos los facilitadores de los procesos de aprendizaje. Seguimos trabajando en ello: con pautas claras, compartidas, con decisiones colegiadas; sin perder de vista que lo que se acuerda hay que llevarlo a cabo, ya que ésta es, a nuestro criterio, la forma de organizarnos para la convivencia y que el espacio en el que estamos, es el espacio de todos y para todos.